Bendito seas, espejo de plata, porque me reproduces la imagen de su bien
amado rostro. Ella está de espaldas a mí, y puedo verla de frente. He
aquí, metal pulido, que me transmites su sonrisa, avivando el incendio
de éste mi humilde corazón.
Amada de mi corazón, paseemos por ese bosque silencioso. Llevemos la
primavera allá donde las hojas caen solitarias, allá donde el otoño
tiene rostro de triste invierno.