Cualquier ser vivo que tomemos como ejemplo, desde una bacteria hasta una planta o un mono, están formados por células.
Un organismo nace y, a lo largo de su vida, aumenta de tamaño; es decir,
crece. Además, sufre cambios que le permiten tener ciertas capacidades;
es decir, se desarrollan. Una de esas capacidades es la de reproducirse
y dejar descendientes que, a su vez, crecerán, se desarrollarán, y se
reproducirán; y así, sucesivamente, por último mueren.
Los seres vivos unicelulares o multicelulares incorporan materiales de
distinto tipo que les permiten cumplir sus funciones vitales: nutrientes
para alimentarse, oxígeno para respirar; y agua, indispensable para que
se lleven a cabo dichas funciones. En los organismos multicelulares,
esas sustancias deben llegar a cada una de las células de su cuerpo.
De los alimentos se obtiene energía, también necesaria para transformar los materiales incorporados y poder aprovecharlos.